viernes, 3 de octubre de 2008

ESTAR EN LA CALLE


Solamente con pasear un rato por Buenos Aires, comenzamos a percibir la problemática de los chicos de la calle. Son muchos y son nuestros. Los vemos comiendo de la basura, pidiendo limosna, y sentimos que muchos de ellos seguramente son explotados por algún mayor, que saca algún tipo de ventaja de estas pobres criaturas. Otra situación en la que no podemos dejar de pensar, es en como pierden su niñez, ya sea porque tienen que trabajar como método de supervivencia o que quizás algunos o muchos de ellos podrían ser explotados sexualmente. Pero -viendo tantos, y en tantos lugares diferentes- me pregunto si ¿nos hemos insensibilizado? ¿comenzamos a sentirlos como molestos o como parte del paisaje? ¿nos hemos preguntado si esta situación tiene remedio? Pregunté a los amigos y conocidos, encontrándome con una variada calidad de respuestas. Por ejemplo, algunas opiniones demostraron que quienes los tienen cerca, les tienen miedo, miedo a ser robados. Otros me contestaron que es un problema del que tiene que hacerse cargo el Estado. Otros sienten pena por el niño en si, ya que concluyen que estos no deberían sufrir el rigor de un estado capitalista, en donde solamente importa el yo y el crecimiento económico. También, hay quienes echan la culpa a los padres, a la situación económica, al desempleo, a la mala educación, etc. y muchos otros etc. mas. Pero acá estamos, la problemática existe y no la podemos evitar. ¿Qué hacemos, entonces? En la provincia de Buenos Aires el Ministerio de Seguridad emitió tiempo atrás una circular a los jefes policiales que tuvo que ser anulada rápidamente ante el repudio unánime que despertó. Ordenaba "poner a disposición de la justicia de menores (o sea encarcelar) a los niños desprotegidos en la vía pública y/o pidiendo limosna". Por los visto esto no es la solución. Las estadísticas, que se caracterizan por no ser muy precisas, anuncian que en nuestro país 1.500.000 pueden considerarse “chicos de la calle”. Esto es lo que investigue y la verdad me sorprendió. Bernardo Kliksberg, economista director de la Iniciativa Latinoamericana de Capital Social (BID) dijo “Es incuestionable que detrás de todo esto está la necesidad de sobrevivir, familias quebradas y la exclusión social. Los niños que viven en la calle duermen en edificios abandonados, debajo de puentes, en portales, parques, alcantarillas. Trabajan o son explotados como limpiaparabrisas, tragafuegos, recolectores de basura, mendigos. Su salud y nutrición son muy precarias y están indocumentados. En estas condiciones, vivir en la calle es casi vivir en el infierno. Y así lo testimonian recientes estudios sobre los altos niveles de depresión psíquica, búsqueda de salida a través de los pegamentos y otras drogas, y finalmente suicidios en esta población infantil desesperada”. Todos estos comentarios, imponen buscar salidas a esta situación éticamente intolerable. Motivo por el que ahondé en quienes trabajan con o sin apoyo estatal en una solución tópica de esta lesión que tiene la sociedad argentina y ver si puedo dar una mano. Los resultados fueron buenos pero no los suficientes para dar una solución definitiva, pero esto no es motivo para desanimarnos, sino que nos debería incentivar a que cada vez mas “argentinos” – de los de verdad – comencemos a tratar de aportar algo, por mínimo que parezca para ayudar a paliar esta situación vergonzosa, de la que el Estado nacional parece no darse cuenta, ni hacerse responsable por ella.Acá hay alguna de las organizaciones no gubernamentales que si les importa esta problemática y con las cuales cualquiera de nosotros podría colaborar.

La bronca de los chicos de la calle


Desde hoy y en sucesivas entregas, voy a publicar, con el consentimiento de mi hija y sus compañeras de estudio, un trabajo que eligieron entre otros disponibles, para una materia en la escuela.La edad promedio de las estudiantes oscila los 16 años. Lo menciono porque quizás la calidad del trabajo haga que se pueda pensar en "la mano" de un adulto, lo cual es falso. El año que están cursando es 2* Polimodal, lo que para nosotros, los más viejitos, sería un 4° año de la secundaria.Este trabajo fue expuesto, luego de entregarlo a la profesora correspondiente, en al Auditorio de la Asociacion Vasca Urrundik de nuestra ciudad y está por presentarse en un programa televisivo local.Dicho trabajo comprende una investigacion relacionada con los "chicos de la calle" y su problematica actual.Aqui, nada mas reflejarlo y esperar sus comentarios.Vamos con la primera parte.



LOS CHICOS DE LA CALLE



QUE SON LOS CHICOS DE LA CALLE.
Cuando hablamos de los chicos de la calle nos referimos a aquella parte de la población de niños/as y sus familias que viven o hacen de la calle su lugar. Ellos se encuentran privados de sus derechos fundantes, esto es: derecho a ser protegidos y provistos en sus necesidades por su propia familia y el derecho a que la escuela sea su principal actividad, además del juego y la recreación.
Ellos viven una violación sistemática de sus elementales derechos a la vida y a la integridad, tales como: a una alimentación suficiente, nutritiva y balanceada, a la salud, a la educación, a la protección contra cualquier acto de violencia, a una vivienda y un medio ambiente de vida sano y saludable.
Ellos son los excluidos, las víctimas de la pobreza, de la falta de proyectos gubernamentales. Constituyen los efectos de la crisis económica, son una de las consecuencias de las desigualdades producidas por el proceso de globalización.
Los chicos de la calle representan lo más temido en nuestra sociedad, probablemente porque no se los conoce, no se sabe como sienten, que desean o por qué están lejos de su familia. Ellos son frecuentemente víctimas del maltrato y del abuso, tanto físico como emocional y psíquico.
La problemática de los chicos de la calle aparece ante la sociedad como un hecho crítico en aumento, su cuantificación resulta sumamente dificultosa. Esta situación se debe a que los mismos chicos en general deambulan de un lado al otro de la ciudad y al hecho de que gran cantidad de ellos van al centro de las ciudades en calidad de trabajadores, solos o con sus progenitores, dificultando una evaluación clara y precisa de la situación.
Ante esta realidad de incomprensión, maltrato y olvido, surgen pequeños emprendimientos (laicos y religiosos) que constituyen grandes espacios de afecto y calidez, que si bien no revierten esta situación, brindan la esperanza de un futuro mejor.